Barcelona 1 Real Madrid 1Sergio Ramos silencia al BarcelonaEl fútbol puede ser
un espectáculo maravilloso. Pero también monstruoso. Algunos de sus
actores principales han priorizado durante años la aceleración del flujo
del dinero, sin corbata y en calzones. Lo hacían mientras cuidaban su
imagen, tanto en el césped como en el camerino. Cuando resulta cada vez
más complicado tejer cantares de gesta y relatos de héroes, no queda
otra que volver al punto de partida. Allí donde habitan los deportistas.
Y pocos como Iniesta o Modric, hombres a quienes sólo hace
falta una pelota para ser felices. Pero también como Sergio Ramos,
ejemplar en el esfuerzo, para el que los partidos no acaban hasta que se
derrama la última gota de sangre. El central del Real Madrid
rescató un empate que el Barcelona sólo pudo asumir en silencio. Y con
seis puntos de desventaja. Nada cambia. [Narración y estadísticas: 1-1]
Supieron
los blancos reaccionar a un gol de Luis Suárez que el equipo de Luis
Enrique, con todo el segundo acto por jugarse, entendió como definitivo.
Pensó el Barcelona que el Madrid podía pagar sus errores. Como tomarse
con calma un partido que controló a sus anchas en el primer acto. Confiaba por entonces su suerte al imponente gobierno de Modric, alfa y omega desde el pivote.
Aquel lugar desde donde Casemiro, no hace tanto, ordenaba el inicio de
las escaramuzas. Zidane, esta vez sí, prefería dar la cara y no la
espalda, emparejaba a Isco y Kovacic con André Gomes y Rakitic, y
percutía por esa rendija que Sergi Roberto custodia como puede.
El Barcelona, sin Iniesta en el once inicial, con el balón como gran enemigo, retaba al destino. Hasta el tanto de Suárez y el ingreso del manchego a la hora de juego, sólo podía ser ese equipo desnortado,
plano, caótico en la construcción y condenado a las acciones
episódicas. Sin posibilidad alguna de encontrar a Messi, con Neymar
malviviendo entre resbalones y el ariete uruguayo entreteniéndose con
las protestas. Lo visto ya tantas veces.
Sólo podía
avanzar el Barcelona a partir de ese instinto animal de un futbolista
como Luis Suárez. Y Neymar, en un saque de falta lateral enroscado hacia
adentro, supo advertir la aparición del uruguayo en el área pequeña.
Entre Lucas Vázquez y Varane. El cabezazo a gol, en la primera ocasión azulgrana de la tarde, mutó a los locales.
Al compás de Iniesta. Pero también de Sergio Busquets, que encontraba
por fin aliados para volver al lugar que el Barça de Luis Enrique nunca
debió haber abandonado.
Aturdido el Real Madrid por un golpe que no esperaba, ya podía rescatar lo ocurrido al amanecer. Cuando Lucas Vázquez vio cómo Mascherano se lo llevaba por delante en el área sin que el colegiado, Clos Gómez, atendiera a razones.
El central argentino debió sentirse con bula, porque un rato después
agarró a Cristiano. Los jueces no advirtieron penalti, como tampoco lo
hicieron cuando la pelota golpeó en el brazo estirado de Carvajal.
Y
Cristiano, que había comenzado la tarde corriendo como si no hubiera
mañana, azotado por un Camp Nou insistente en que el fisco le señalara
como lo hizo en su día con Messi, se sintió un incomprendido. Pasada la
media hora logró asomar un rato. Primero, con un disparo que Ter Stegen
acertó a rechazar. Después, con un ingreso por el centro cercenado a
tiempo por Jordi Alba. Tan harto parecía el portugués
que, cuando la pelota se había alejado definitivamente de su influencia,
pareció decir aquello escrito por Dostoyevsky a cuento del torturado
Raskolnikov: «¿Por qué mi acto os ha parecido monstruoso? Cortadme la
cabeza, y asunto concluido». No sin antes, eso sí, de dejar al Camp Nou
con respiración asistida con un cabezazo en el último suspiro que no
encontró portería. La tarde aún no se había desmayado para Sergio Ramos.
Zidane
había gestionado la desventaja con maestría, y jugueteó con los miedos
de un Barcelona que penó los errores de Neymar y Messi en la definición. Borró a Isco para dar cuerda a Casemiro,
eliminó a su ariete, el catatónico Benzema, recurrió al ilusionante
Mariano y buscó soluciones en cargas que los azulgrana entendieron como
golpes de gracia.
Al atormentado Burroughs le encantaba
decir que «la desesperación es la materia prima del cambio drástico». Lo
hizo el Real Madrid mientras Arda, irresponsable, hacía una falta a
destiempo y Modric veía volar a Sergio Ramos. El silencio del Camp Nou
estremeció. El Barcelona, esta vez quiso. Pero no dio para más.
http://www.elmundo.es/deportes/2016/12/03/5842fbdd468aeb5f018b4649.html
“Encontré el Olimpo bajo mi cama” es un libro que presenta a la mitología griega bajo un punto de vista cercano. “Muchas veces ayudó una broma donde la seriedad solía oponer resistencia”, decía Platón. La novela va dirigida tanto a personas jóvenes como a personas adultas. Es para aficionados a la mitología y a quienes nunca la comprendieron. Para amantes de la literatura como para apasionados del humor. Sara González Villegas.
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