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domingo, 18 de junio de 2017

Así cayó Alejandro Díaz OPERACIÓN POLICIAL pedofilia

OPERACIÓN POLICIAL pedofilia

Así cayó Alejandro Díaz

Alejandro Díaz tuvo un despiste. Se confió. Se creía tan a salvo del control policial que abandonó la seguridad del servidor en el que, según los agentes, veía y compartía fotos de adultos manteniendo sexo explícito con recién nacidos para hacerlo desde una plataforma más de andar por casa y mucho menos segura. El exlíder de las Juventudes Socialistas de Elche dejó su rastro en el ciberespacio para buscar nuevos contenidos. Y así fue como sin quererlo se puso a tiro de la Policía.
Díaz dio rienda suelta a la severa pedofilia que le atribuyen los investigadores a través de Skype, un programa que no tiene los niveles de encriptamiento que los que suelen usar los usuarios de pornografía infantil. No era un experto y por eso no tardaron en localizarlo. Su peregrinaje en la Red hizo que todas las alarmas saltaran.
Pronto, los agentes descubrieron a un joven muy activo que llevaba al menos dos años consumiendo y distribuyendo violaciones a bebés recién nacidos y también torturas. Pronto supieron también que este asunto tenía un plus de monstruosidad al que nunca antes se habían enfrentado pese a su dilatada experiencia. Estaban en lo cierto.
El Grupo II de Protección al Menor de la Unidad de Investigación Tecnológica de la Comisaría General de Policía Judicial de Madrid se apresuró a dar el aviso al Equipo de Delitos Tecnológicos de la Comisaría de Alicante. El rastreo los llevó hacia un ordenador ubicado en una casa de Elche: la de los padres de Alejandro, con los que vivía.
Arrancó entonces una investigación muy difícil para todos los agentes por la crueldad de las imágenes, la crudeza de los vídeos y el perfil de las víctimas: bebés recién nacidos. El material los dejó al borde del vómito y la desolación. Más de una vez, tuvieron que interrumpir el visionado ante la imposibilidad de soportarlo. Con las pesquisas abiertas en canal, Díaz se reveló como una especie de depredador sexual virtual muy dinámico. Se conectaba con asiduidad y, según ha podido saber este periódico, sus búsquedas siempre eran las mismas: «Niños de 0 a 12 años», escribía de una forma casi compulsiva muchas veces a la semana. Lo hacía a través de Skype. Hace un año, el joven que soñaba con ser concejal se salió del programa que anonimiza las conexiones a Internet de cualquiera que quiera ocultar un comportamiento delictivo. Este programa no deja rastro y dificulta mucho el trabajo de los agentes.
Alejandro Díaz lo abandonó y comenzó a relacionarse con las personas que compartían sus gustos a través de Skype. Los agentes encontraron el url y tuvieron suficiente información para seguirlo. Trabajaron a destajo. Así llegaron hasta él. Así descubrieron el peor caso de pedofilia al que se han enfrentado hasta ahora. Así supieron que, quizá, el joven también pudo convertirse en un abusador.
En sus conversaciones con otras personas a través del foro por el que accedía a estos contenidos, Díaz se jactaba de haber abusado sexualmente de una niña de dos años de su entorno íntimo -lo cuenta con detalle- y de haber violado a otro de seis, un niño saharaui que, junto a otros, iba a pasar el verano a Elche con varias familias de acogida. Los agentes están investigando ambos casos.
Quieren saber si Alejandro Díaz también pasó a la pederastia. Por el momento, la juez que investiga el caso lo mantiene imputado únicamente por posesión y distribución de pornografía infantil pero la instrucción no está cerrada y la Policía trabaja en recopilar las pruebas de lo que hoy son todavía indicios y sospechas.
El joven que soñaba con ser concejal había tejido un universo virtual en el que se sentía cómodo y seguro y se había integrado en una comunidad de 300 personas. Con ellas compartía sus gustos y sus deseos enfermizos, tal como consta en las diligencias. De una manera atroz lo relataba a un amigo a través de la webcam: «Los imagino llorando y chillando mientras los violo. Un recién nacido clavado». Y así muchas frases más que la magistrada tiene sobre la mesa.
Cuando la Policía lo detuvo no quiso declarar. Sí que lo hizo ante la juez, a quien aseguró que guardaba ese material para excitar a sus parejas. Alejandro Díaz cayó por un exceso de confianza de que jamás nadie llegaría hasta él y por el ciberpatrullaje constante que realizan los equipos de la Policía dedicados a combatir este delito.
Los agentes vigilan a conciencia foros y plataformas. Nada está desatendido. Pero ante un universo infinito necesitan más medios materiales y humanos. «Lo agradeceríamos», piden sin ninguna pretensión pero con todas.

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