“Encontré el Olimpo bajo mi cama” es un libro que presenta a la mitología griega bajo un punto de vista cercano.
“Muchas veces ayudó una broma donde la seriedad solía oponer resistencia”, decía Platón.
La novela va dirigida tanto a personas jóvenes como a personas adultas. Es para aficionados a la mitología y a quienes nunca la comprendieron. Para amantes de la literatura como para apasionados del humor.
Sara González Villegas.
BIENVENIDOS AL OLIMPO
domingo, 4 de junio de 2017
Muere Juan Goytisolo, la literatura como subversión
Muere Juan Goytisolo, la literatura como subversión
Llevaba varios meses en un estado de gran debilidad
Su obra se desplegó entre novelas, ensayos, libros de viaje y poemas
Perdió a su madre en uno de los bombardeos contra Barcelona durante la Guerra Civil. Aquel zarpazo fue llaga perpetua
En
el patio de esa casa marraquechí hay un árbol que da naranjas por las
ramas de una mitad y limones por la de la otra. Es un árbol caprichoso,
un injerto que cuajó con fortuna y convierte al frutal en un exotismo en
medio de la loca medina de la ciudad. El árbol es una ceñida
advertencia de lo que también fue Goytisolo. De su condición dúplex de
escritor y disidente. De agitador y reflexivo. De audaz y antiacadémico.
Si apartamos sus primeras novelas ('Juegos de manos') o 'Duelo en el
paraíso'), vinculadas al realismo social, lo que después llegó es un
corpus novelístico y ensayístico donde decidió hacer carrera en solitario vinculándose a una tradición que consideró, más allá de los siglos, sus contemporáneos:
Fernando de Rojas, Cervantes, Góngora, Mateo Alemán, Blanco White,
Larra, Valle-Inclán, Azaña, Luis Cernuda... Juan Goytisolo quiso estar
del lado de la raza de los acusados. Su obra se desplegó entre novelas, ensayos, libros de viaje, artículos de prensa y algunos poemas.
Escogió en los años 50 exiliarse a París y vivir en los barrios de la
inmigración, perteneció a la escudería de la editorial Gallimard (junto a
su mujer, Monique Lange), marchó después a Nueva York para dar clases
en la universidad y en los años 80 comenzó a vincularse a Marrakech, ciudad donde murió a los 86 años y de la que hizo parte de sus sustancia narrativa y centro de su vida. Entre Marrakech y Tánger pasó los últimos años, con algunos viajes a Madrid y a París. Juan Goytisolo escogió la vía del heterodoxo,
con pequeñas concesiones de las que explicó algunas, como aceptar el
Premio Cervantes para amortiguar el futuro de su tribu: su familia
marrakechí (su compañero, sus tres sobrinos, sus cuñados...). Y aun así
Goytisolo, mantuvo hasta el final una firme conciencia crítica. Fue,
junto a Susan Sontag, uno de los primeros intelectuales europeos en
denunciar la matanza de Srebenica, que fue el verano más sangriento del
salvaje conflicto de Bosnia. De aquello quedó un libro poderoso:
'Cuaderno de Sarajevo'. Hablaba perfectamente árabe y el dialecto marrakechí. Pasear con él por la ciudad era un espectáculo.
La gente lo paraba por la medina, lo saludaba, le pedía un consejo, le
tocaba la espalda. Y él prestó durante décadas toda la atención a
entender el pulso de aquella ciudad y del islam, con algo de centinela
alerta ante una realidad musulmana cada vez más desfigurada. En su
novela 'Makbara' dejó fijada la fascinación de una riqueza: la que
encierra la plaza de Xemmá El Fná, para la que consiguió, junto a otros
creadores, el título de patrimonio de la Humanidad. Pero
el Goytisolo que quedará más allá de cualquier 'excepción' será el
narrador y el ensayista que buscó la redifinición de algunos paradigmas
literarios de la segunda mitad del siglo XX. Ahí están novelas como
'Señas de identidad', 'Reivindicación del Conde Don Julián', 'Juan sin
tierra'. Y crónicas de una España peor en 'La Chanca' o 'Campos de
Níjar'. Era, o quiso presentarse hasta el final' como 'El exiliado de
aquí y de allá'. Un escritor que entendió el lenguaje como una
exploración. Como un vigoroso aparejo que alcanza pleno interés cuando
se fuerzan sus límites, pues ahí es capaz de ofrecer un algo nuevo, una
nueva astronomía. Un espacio de tensión. Perdió a su madre en uno de los bombardeos contra Barcelona durante la Guerra Civil. Aquel zarpazo fue llaga perpetua. Y
una herida que condicionó un desafío cívico que asoma también en la
escritura de sus dos hermanos: el novelista Luis Goytisolo y el poeta
José Agustín Goytisolo. Se supo solo en la aventura de las
letras desde muy pronto, pero consideró ese 'estado civil' como un motor
de explosión, como un impulso. Juan Goytisolo cierra de algún modo la
tradición intelectual europea de la segunda mitad del siglo XX, en la
que caben gentes como Simone Weil, José Ángel Valente, Samuel Beckett...
Aquellos que optaron por una decidida capacidad desmitificadora de los
conductos oficiales de la historia. Él indagó más allá, contrastó sus
impresiones hasta extenuar el debate. Y, sobre todo, decidió no
claudicar, ni un paso atrás, convencido de que la literatura también es
una forma de tomar conciencia de un tiempo, hacia delante y hacia atrás,
configurando un relato paralelo donde la excepción es la norma. Una
especie de subversión. Como el árbol aquel de su casa marraquechí.
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